
Cómo ser eficiente en el trabajo
¿Quién es el más eficiente de tu empresa? ¿Quién es la persona más eficiente que has conocido? ¿Y qué es lo que le hace ser tan eficiente? Sería interesantísimo saber qué aspectos de su personalidad ha desarrollado y qué habilidades ha aprendido a lo largo de su vida para poder modelarlo y aplicárnoslo personalmente. ¿Crees que te sería útil saber cómo hace las cosas para poder hacer tú algo similar? Pues esto es posible.
Modelar a la persona más eficiente
Una de las metodologías más potentes que se aplican desde hace años al desempeño profesional y a multitud de ámbitos distintos es el Modelado de la PNL. Robert Dilts describe en su libro “Creación de modelos con PNL” el modelado de habilidades de liderazgo que hizo en la empresa Fiat. Comenta que al intentar identificar las características de los líderes y de un liderazgo efectivo, se analiza todo, desde el lenguaje corporal a las preferencias en el vestir, los hábitos gastronómicos, los gustos musicales, etc. No obstante, la clave de cualquier modelo eficaz de conducta consiste en descubrir aquellas distinciones que resultan fundamentales y sencillas y que más influencia tienen para arrojar resultados prácticos en el contexto en el que trabajamos. Una vez que hemos llevado a cabo la identificación de tales rasgos fundamentales, construimos un “mapa”, un modelo aplicable a cualquier persona que quiera mejorar en esas habilidades de liderazgo.
Esto mismo es lo que se necesita para ser más eficiente en el trabajo: saber cuáles son los rasgos que caracterizan a las personas eficientes y aplicárnoslo personalmente desde un adecuado ajuste al contexto personal y laboral.
Cómo ser más eficiente en el trabajo
Una herramienta (un mapa instrumental) que cualquiera puede aplicarse para ser más eficiente es la que podríamos denominar “fábrica de la realidad”. Esta herramienta es fruto del modelado de personas excelentes en su desempeño. Por eso, es un buen “mapa” que podemos utilizar para llegar al “tesoro” de la eficiencia. Si bien es cierto que muchos factores que afectan a la eficiencia de cada individuo en su desempeño profesional son externos y estructurales en la empresa, también lo es que los factores internos resultan determinantes.
Llamamos factores internos a todos esos aspectos personales que configuran la mentalidad con la que afrontamos las situaciones, teniendo en cuenta que la mentalidad se manifiesta a través de los pensamientos, las emociones, el cuerpo, la energía y el espíritu. Sería incluso más adecuado referirnos a todo este conjunto que somos como “estado”. Es el estado en el que me encuentro cada día el que me hace ser más o menos eficiente.
Las expectativas
Mi estado es el que genera la realidad que vivo, y por eso, metafóricamente, nos referimos a esta herramienta como la “fábrica de la realidad”. Se trata de identificar en nosotros, en cada situación que queramos afrontar de una manera diferente, varios aspectos que están influyendo en nuestra conducta y que se realimentan unos con otros. Conviene que aprendamos a identificar qué expectativas tenemos ante la tarea que estamos llevando a cabo, pues son la fuente de motivación primaria. Fuertes expectativas “positivas”, por ejemplo, pueden impulsar a un esfuerzo extra con la esperanza de alcanzar algún resultado deseado. Por otro lado, consecuencias esperadas que sean percibidas como “negativas” llevarán a una actitud evasiva o al desinterés.
Valores
A la vez, darnos cuenta de cuál es o cuáles son los valores que se están poniendo en juego es crucial, pues cuando consideramos las consecuencias de nuestro trabajo (expectativas) nos sentimos de una forma u otra porque conectamos con esos valores o con otros que para nosotros pueden ser contravalores.
Creencias
Junto a esto, los valores están íntimamente conectados con las creencias. Las creencias son respuestas a cuestiones del tipo “cómo, específicamente, sabes si un comportamiento o una experiencia encaja con un valor particular”. Por ejemplo, si tu valor es “el trabajo bien hecho”, o “la perfección”, y crees que preguntar a otros y pedir ayuda haría que tus compañeros te vieran como una persona incapaz para el puesto que tienes, ni preguntarás ni pedirás ayuda. Pero… ¿cómo el comportamiento de “no pedir ayuda” encaja con el valor del “trabajo bien hecho”? De lo que tú respondas, que será tu creencia, emergerá tu comportamiento para alcanzar lo que valoras. Sin embargo, aunque así lo creas, puede que si pidieras ayuda, tu trabajo resultase aún mejor, y hasta haya quien piense: “¡mira qué buen profesional, que toma en consideración los puntos de vista de los miembros de su equipo, reconociendo así su valía y ganando con ello autoridad para su ejercicio del liderazgo!”. Conviene, entonces, identificar también las propias creencias para cuestionarlas, pues pueden estar siendo una limitación para que seas más eficiente.
Experiencias
Sin duda, tu comportamiento, es decir, si estás siendo más o menos eficiente, también depende de las experiencias pasadas que hayas tenido. Siguiendo con el ejemplo anterior, si alguna vez preguntaste y pediste ayuda y no te fue bien, no te sentirás muy animado a hacerlo de nuevo. Y al revés, si te fue bien, querrás repetir. Tu memoria retiene qué estabas viendo en aquella situación, qué estabas escuchando y qué sensaciones estaba teniendo tu cuerpo, y todo ello, asociado a la emoción, generó y genera tu mapa mental con el que afrontas, de forma no consciente, la situación actual. Este input sensorial almacenado en tu memoria configura tu experiencia, y será imprescindible trabajarlo para mejorar y que puedas ser aún más eficiente.
Estado interno
Y el último aspecto a tener en cuenta es tu estado interno, o cómo te estás sintiendo en el momento del desempeño de tu tarea. Si te sientes confiado o confiada te animarás hasta a probar a hacer cosas nuevas; si no es la confianza lo que sientes en esos momentos, quizá te limites a lo de siempre o ni siquiera, y puede que hasta te cierres a los demás o incluso te paralices… La gestión de este estado interno es imprescindible. Y resulta casi imposible cuando no hemos hecho nuestra o no hemos desarrollado la habilidad del bienestar ejecutivo a través de procesos como el Professional Wellness Training de IAR.
El trabajador eficiente
Ser eficiente en el trabajo, entonces, no es sólo una cuestión de saber qué hacer para ejecutarlo. En este caso, se trataría de cumplir con los procedimientos “a pies juntillas”. Pero todos sabemos que no siempre por cumplir con exactitud los procedimientos se es más eficiente, pues los contextos y las situaciones cambian las circunstancias. Por tanto, ser eficiente en el trabajo implica saber qué hacer y también saber cómo lo estamos haciendo.
Saber cómo lo estamos haciendo implica conocer los aspectos que hemos descrito: yo puedo valorar si estoy siendo eficiente si, al ejecutar una tarea con eficacia utilizo los menos recursos posibles y estoy gestionando mis expectativas, mis valores, mis creencias, mis experiencias y mi estado interno. Y a ser eficiente se puede aprender; la eficiencia se puede entrenar. De ello depende el alto rendimiento profesional.