Cada vez que una persona decide acometer un determinado proyecto, convendría que se preguntase cuáles son sus puntos fuertes, qué habilidad o habilidades destacan en él o en ella. Proyectos concretos son tratar de conseguir un nuevo puesto de trabajo en su misma organización, o bien buscar una actividad en esta o aquella empresa. En este caso le podrían preguntar: “¿Qué valor añadido crees que puedes aportar a la compañía?” Y siempre, sea el proyecto que sea (profesional, familiar, social, personal…), uno/a puede preguntarse qué cualidades destacaría de sí mismo/a, qué habilidades le caracterizan.
Todas estas preguntas, aunque parezcan cosas diferentes, están haciendo alusión a la pregunta por las competencias o habilidades profesionales y personales. Y ahondando en ello, si te preguntaran cuáles son tus principales habilidades profesionales, ¿responderías que tú destacas en la gestión del estrés y de la carga mental del trabajo, en la gestión de tu cambio personal continuo o en la gestión de tu congruencia interna? Lo más probable es que no lo haga nadie o muy poca gente. No obstante, sin esta gestión personal, es muy difícil llevar el propio talento a la acción.
La competencia del bienestar profesional
Desde el prisma laboral, Adecco define las competencias como las capacidades, conocimientos, habilidades y valores con los que contamos las personas y que aplicamos a nuestra vida personal y profesional. Más de una vez se habrán encontrado los departamentos de Recursos Humanos con que ante las preguntas por las propias habilidades muchos se quedan en blanco, pues si no nos hemos entrenado en ello, si no hemos desarrollado nuestra capacidad de autoconocimiento, puede resultar difícil identificar las propias habilidades y cualidades. Sin embargo, no podemos engañarnos: no saber responder a estas preguntas supone un obstáculo, no sólo para superar una entrevista de trabajo, sino también para contar con la autoestima necesaria para afrontar la tarea de buscarlo o de salir con éxito del proyecto que queremos llevar adelante. Si no sabemos vendernos, ¿cómo una empresa va a querer contar con nuestro talento?
Podemos hacer un elenco de habilidades o competencias y vernos especialmente reflejados en algunas de ellas. Podemos decir que estas habilidades son expresiones o manifestaciones de nuestro talento, el cauce por el que nuestro talento disponible se convierte en acción. Y con esto estamos poniendo sobre la mesa el aspecto principal del talento y de sus manifestaciones: la disponibilidad.

Habilidades profesionales
Habilidades para llevar el talento a la acción
De entre todas las habilidades profesionales podríamos etiquetar algunas de ellas como básicas. En el contexto educativo, donde se están forjando los futuros profesionales, se dice que una competencia puede ser catalogada como básica cuando:
- Constituye un saber hacer, esto es, un saber que se aplica.
- Es susceptible de adecuarse a una diversidad de contextos.
- Tiene un carácter integrador, abarcando conocimientos, procedimientos y actitudes.
No obstante, cualquiera de estas habilidades o competencias básicas, como manifestaciones del talento, se llevarán a la acción únicamente si uno/a “está bien”: hace falta que yo esté bien para que mis habilidades puedan ejecutarse. Con otras palabras: que yo esté bien para que mi talento esté disponible.
¿Y qué significa estar bien? Si echamos un vistazo a la lista de competencias / habilidades expuesta más arriba, podemos darnos cuenta de que su buena ejecución depende siempre o de nuestro estado físico-energético, o de nuestro estado emocional, o de nuestro estado mental, o de nuestro estado espiritual. También puede depender de una combinación de dichos estados o de todos ellos en conjunto. Por tanto, si nuestro estado psico-físico-espiritual no es el adecuado, es posible que parte de nuestro talento no esté disponible, y puede que incluso la mayoría de nuestro talento no lo esté.
¿Quién no ha experimentado que cuando se siente mal físicamente o está cansado, tiene menos resistencia a las contrariedades, todo le sienta peor o le molestan más las cosas, o la cabeza ya no le “da para más”? ¿Quién no se ha visto inmerso en preocupaciones, o se ha encontrado temporalmente hundido emocionalmente, dando vueltas una y otra vez a los mismos temas de manera que su cabeza era incapaz de concentrarse y de rendir al nivel que puede hacerlo o incluso incapaz de dormir? ¿Quién no ha conocido a alguien cuyos pensamientos y las cosas que se decía a sí misma o a sí mismo eran el principal obstáculo para que pudiera alcanzar sus objetivos? Cuando no estamos bien, aunque algunas de las habilidades que nos caracterizan sean, por ejemplo, la imaginación, la comunicación, la gestión de conflictos, la concentración, el esfuerzo, la autoestima, la empatía, la sensibilidad, el optimismo…, éstas no nos salen como desearíamos, no las ejecutamos como estamos acostumbrados a hacerlo cuando estamos bien. De esta forma, no llevamos nuestro talento a la acción.
Seguramente todos podamos pensar en situaciones que hemos vivido en el trabajo o en la familia y que responden a esta incapacidad temporal para llevar el talento a la acción. Y digo temporal, si bien, cuando no se sale de ese estado, también es posible que se convierta en algo crónico y se establezca en nosotros como un hábito, como un aprendizaje que nos limita constantemente. Podemos encontrarnos con profesionales que no son buenos desde el punto de vista de su organización no por falta de conocimientos ni de habilidades, sino porque no ha aprendido a gestionar su bienestar personal para el buen desempeño profesional.
Esto implica que hay una habilidad de fondo que posibilita que cualquiera de las habilidades o competencias básicas estén disponibles, que hace que nuestro talento esté disponible. Por eso, desde el Instituto de Alto Rendimiento, proponemos que es imprescindible el entrenamiento y el desarrollo de la Habilidad del Bienestar Ejecutivo (HBE) como el cimiento del alto rendimiento profesional y de la felicidad en el trabajo.
Professional Wellness Training
En la actualidad y cada vez más, los entornos profesionales son cambiantes. Seguramente ya no volvamos a tiempos pasados en los que la certidumbre y la seguridad eran características de los entornos laborales. Una de las características del tiempo que nos toca vivir es el cambio, y liderar nuestras vidas, personales y profesionales requiere vivir constantemente gestionando el cambio. Por otro lado, los hombres y las mujeres del siglo XXI quieren construir su propia vida. Ya no da igual trabajar en cualquier cosa ni de cualquier manera. De aquí en adelante, la empresa saludable va a ser una etiqueta innegociable, irrenunciable para las organizaciones.
El Instituto de Alto Rendimiento ha desarrollado programas para incorporar la Habilidad del Bienestar Ejecutivo (HBE) a la vida laboral de las organizaciones. Se basan en el Método de la Congruencia del Talento (MCT), que consiste alcanzar el “estado de congruencia del talento” mediante tres niveles de gestión: la gestión del estrés, la gestión del cambio y la gestión de la congruencia. Entre estos programas destacan el Professional Wellness Training, y el Training en Gestión del Talento.
La necesidad de la gestión del bienestar no es nueva, siempre ha resultado algo fundamental en la vida de las personas. Sin embargo, en nuestros días, el ritmo de vida y las demandas sociales y profesionales hacen que entre las habilidades profesionales ésta resulte actualmente imprescindible. Si la empresa saludable se irá instaurando poco a poco de manera generalizada, la nueva Habilidad del Bienestar Ejecutivo (HBE) debe ser integrada en la formación de los profesionales. Y esa es la tendencia que a nivel mundial se marca incluso desde organizaciones como la OMS, que recomienda el cuidado del bienestar en las empresas y la implantación de programas de gestión del estrés en organizaciones profesionales y educativas.